Al clausurarse los
Juegos Olímpicos de Londres 2012, se me ocurre la siguiente reflexión, referida
a la relación del deporte del alto nivel y la filantropía. Los Estados, la
empresa privada, y los ciudadanos en general, deberían invertir más dinero en
el deporte. El ejercicio físico genera salud, genera empleo, y sobre todo,
aleja a la juventud de los vicios de nuestro tiempo: la droga, el alcohol, el
ocio improductivo, y la pendejada. El deporte debería ser una prioridad para
los gobiernos, sin embargo, no lo es. La empresa privada debería invertir, como
muestra de responsabilidad social, en el deporte. El deporte también es
filantropía. Desde los griegos se ha demostrado que la sana competencia
deportiva, y que la práctica física genera efectos positivos en el cuerpo y en
la mente. Nuestras sociedades están enfermas, nuestras sociedades necesitan
generar valores positivos a través de inculcar una disciplina deportiva. El
deporte de alto rendimiento le da al practicante una forma de vida basada en la
fuerza de la voluntad, en el fortalecimiento de los hábitos, en el buen vivir.
Sin embargo, desafortunadamente nuestras sociedades están plagadas de
contra-cultura, de hábitos nocivos, de malas costumbres. Muchos productos que se
venden en el mercado dependen de estas malas costumbres, dependen de los vicios
y de los malos hábitos, tal vez por eso no se hace tanto énfasis en inculcar el
deporte de alto rendimiento en la juventud. Para vender ciertos productos se
necesita una juventud estúpida, alienada, viciosa, llena de hábitos nocivos, y
amante de la pendejada. La responsabilidad social de las empresas también
debería basarse en estos lineamientos: en gastar dinero productivamente para
generar hábitos positivos, como la práctica del deporte de alto rendimiento.
¿Cómo operaría esto en el capitalismo filantrópico del techo político? Fácil, a
través de la cooperación infinita. Si más empresas, si más colegios, si más
universidades, si más ONG’s, invierten en deporte como forma de practicar
filantropía podemos generar riqueza social. La riqueza social se puede medir en
niveles de mejoramiento de la salud, del bienestar mental, del bienestar
anímico, tal vez no genere riqueza monetaria pero sí generará más productividad
mental, espiritual, anímica, y mental.
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