Hay dos tipos de dolor –de pronto
hay más, no sé-: el físico y el moral. El primero se produce por alguna
afectación a nuestra corporeidad, como una enfermedad, una herida o simplemente
por algún mal funcionamiento de alguno de nuestros órganos físicos. El segundo –el
moral- se ocasiona por una lesión a nuestras emociones, a nuestros
sentimientos. Es un dolor psicológico, anímico, mental y posiblemente espiritual.
El dolor físico se puede
contrarrestar con una medicina, o se puede paliar de la misma forma con algún fármaco,
aunque muchas veces este dolor es inevitable y simplemente hay que aguantarlo
con estoicismo. El dolor moral –a diferencia del primero- es más difícil de
atenuar, de sanar, de curar, incluso puede presentarse como imposible de
tratar.
La pérdida de un ser
querido, el rompimiento de una relación romántica, un fracaso académico o
laboral, o una quiebra económica, podrían producir este dolor. ¿Cómo sanarnos
del dolor moral? ¿Cómo contrarrestar sus efectos? ¿Cómo paliarlo? Creo que las
respuestas a estas preguntas –y las preguntas en sí mismas- vienen pensándose
desde hace milenios; las religiones han venido dando fórmulas para “resolver”
este problema, el del dolor moral.
Resignación, esta es una de
las fórmulas. “No hay nada que hacer, resígnese” nos aconsejan muchas veces;
esto quiere decir: ni modo, el dolor va a estar ahí, no se puede resolver o
atenuar. Creo que es una buena salida, la de la resignación, aunque causa
angustia, pero es realista. Si se ha muerto un querido no se puede hacer nada,
salvo resignarse, aceptar la pérdida. El dolor moral puede causar dolor físico,
y muchas veces puede ser el causante de enfermedades, cuando ese dolor no se
asume de manera constructiva y positiva. Dicen algunos médicos que muchas veces
el dolor moral se puede expresar en afecciones físicas reales, como dolor en el
pecho, caída del cabello, insomnio, estrés, opresión en el tórax, etc.
En el budismo –quienes han
meditado mucho en el dolor, o sobre las causas del dolor- afirman que el dolor –tanto
el físico, como el moral- es inevitable. Que el dolor es como el día y la
noche, el calor y el frío, y se contrapone al placer. Evadimos el dolor y
buscamos el placer, esa es la causa del sufrimiento para los budistas. Aceptar
que la vida es dolor y placer, no hay nada que hacer afirman ellos, los
budistas.
Todos los que hemos pasado
por la muerte de un ser querido –creo que la gran mayoría de los seres humanos-
sabemos que al principio hay un sentimiento de desasosiego producido por el
vacío que deja ese ser en nuestras vidas. Ese desasosiego, esa angustia, nos
causa dolor. Nuestro primer impulso, cuando se produce la pérdida, es el de
buscar por medios nos convencionales –no físicos- a nuestro ser querido;
deseamos encontrarnos con ellos en nuestros sueños, o de forma espectral en la
realidad. No soportamos ese vacío, nos causa dolor.
Con el paso del tiempo
comprendemos que ese ser querido se ha ido y que no va a regresar, sin embargo,
continuamos hablándoles mentalmente o de forma explícita. Para nosotros, los
que nos quedamos en el mundo terrenal, ese ser querido que ha muerto en el
plano físico sigue vivo en algún otro plano del Universo. Eso nos reconforta,
nos consuela, nos da esperanza, de que algún día nos reencontraremos con ellos
de otra forma, ya no física, pero sí espiritual o mental, o lo que sea.
Creo que el budismo tiene
razón. El dolor no se puede evadir, está allí, puede ser una enfermedad, una
herida, una pérdida o una derrota, pero está allí. Nada que hacer. Aceptar que
el mundo relativo es relativo porque tiene opuestos. Si logramos comprender y
sintonizarnos con la vida podemos caminar con el dolor y con el placer y estar
en paz, ser felices. Pero si no logramos entender que la vida es como es, esto
puede llevar al sufrimiento, a amplificar el dolor.
Todo tiene una razón, un
motivo, una finalidad y creo que es buena. Creo que el Universo es bueno, es
perfecto, y creo que el dolor cumple una función en nuestra existencia. Creo
que el dolor nos ayuda a tomar conciencia. Creo que el dolor nos ayuda a vivir
correctamente, es como el instructor natural de esta dimensión en la que
vivimos. Es difícil tomar las cosas con calma cuando se produce un hecho que
nos lleva a tener dolor moral, pero no hay otra vía, no hay otro camino sino el
de la aceptación, el de armonizarnos con la existencia, con la vida, ir a
contracorriente causa más dolor, ir con la corriente es un interrogante, es un
alea, pero pienso que es la única solución constructiva a este tema, que puede
resultar agobiante para algunos o para muchos. Espero que si alguien que está
sintiendo un dolor moral y que ha leído estas reflexiones, le puedan haber
servido de algo. Estamos encarnados en este planeta para ayudarnos unos con
otros, incluso para sobrellevar dolores.
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