-Siempre habrán
pobres- dijo mi amigo. Él acababa de estar en Europa, paseando por España,
Holanda, y otros países.
Hablábamos sobre la
crisis económica que sufre la Península Ibérica. Según él, es normal que haya
pobres; sin embargo, la situación de España lo conmovió bastante.
Según estadísticas,
una de cada cuatro personas en edad de trabajar está desempleada en ese país.
El desempleo alcanza cifras absurdas, más del 20%. En Colombia, el desempleo –según
cifras oficiales- es como del 10%. Una cifra que también es alta, pero no tan
alta como la de la madre Patria.
Nos hemos
acostumbrado a la pobreza, a ver pobres en las calles, al desempleo, a las
crisis económicas, a la escasez, al hambre. La FAO dice que en el mundo hay 950
millones de personas sub-nutridas, esto es, que no comen bien.
Hasta hace siglo y
medio la esclavitud era pan de cada día en nuestro mundo. En Estados Unidos y
Latinoamérica se abolió a mediados del Siglo XIX. Antes, la esclavitud hacía
parte del status quo. Era una
institución esencial del sistema económico imperante, basado en la riqueza de
la tierra. Los ricos eran quienes más tierras tenían, y para explotarlas
adecuadamente necesitaban de mano de obra barata. En América el asunto se
resolvió esclavizando a personas traídas del África. Era normal, incluso,
quienes estaban contra la esclavitud era denominados como “abolicionistas”, y
tildados de rebeldes, o de libertinos. Era inmoral hablar de la abolición de la
esclavitud.
Hoy en día pasa lo
mismo con la pobreza. Quien se opone a ella lo tildan de “comunista” o, en el
peor de los casos de “guerrillero”, como sucede en Colombia. Y la verdad, es
que yo me opongo a la pobreza, creo que es inmoral, y no por eso soy “comunista”,
“guerrillero”, o “mamerto”. No comparto las ideas de la izquierda, tampoco las
de la derecha, y las del centro menos. Creo que el asunto de la pobreza se debe
resolver en una coyuntura que va más allá de la política.
El capitalismo afirma
que la riqueza se crea a través de la libertad. Y es cierto, sin embargo, esa
excesiva libertad nos ha llevado a generar desigualdades monstruosas, y a que
la riqueza se concentre en pocas manos.
El socialismo
sustenta sus tesis en la igualdad. El Estado debe promover el “igualitarismo”,
sin embargo, ese Estado se vuelve una macro-estructura burocratizada que ahoga
la iniciativa individual y la creación de prosperidad.
Un poco de libertad,
un poco de Estado, piensa el denominado centro político. Y hasta cierto punto
tienen razón, pero no tanto. ¿Qué falta entonces? ¿Por qué no se ha podido
suprimir la pobreza? ¿Por qué no se ha podido abolir la pobreza como se hizo
con la esclavitud? La respuesta obviamente es compleja, y los economistas e
historiadores dirán que se necesitan tomos enteros para explicar el problema.
Yo pienso que no.
La pobreza obedece a
una circunstancia específica: el modo de convivencia humano. Desde tiempos
inmemoriales, cierto grupo de hombres han querido dominar al resto. Eso es lo
que se denomina como el “sistema de dominación”. El hombre, o ciertos hombres
siempre han tenido el deseo de someter a otros hombres. Para eso se han
utilizado diferentes instrumentos o mecanismos. La fuerza física, en primer
término, se utilizó para someter a los más débiles; luego se utilizó la
superstición. Fulanito es el rey o el emperador porque así lo quieren los
dioses, o el dios tal. Con el paso de los siglos se han utilizado instrumentos
o mecanismos más sofisticados de dominación. Los medios de intercambio, como
los metales preciosos y el dinero, se han constituido en los mejores medios de
sometimiento. Hacia futuro, los expertos en dominación proponen hacerlo a
través de la tecnología.
Este sistema,
obviamente necesita que haya pobres. Para poder someter a los demás necesito
que haya gente vulnerable, que no se pueda defender, que no tenga los medios
para oponerse, y por eso es conveniente para esos dominadores que haya pobres.
¿Cuál es la solución,
entonces? Muy fácil, modificando el sistema de convivencia humano. Pasando de
un sistema de dominación a un sistema de cooperación. En el sistema de
cooperación hay libertad, hay Estado, pero sobre todo hay fraternidad; hay
ayuda mutua que genera prosperidad. Es un sistema donde todos ganan. Para eso
es necesario que denunciemos la pobreza como inmoral, no es justo que el
sistema actual se sustente en la escasez. El sistema de dominación está
llevando a la autodestrucción del ser humano, porque este sistema también está
basado en las guerras, en el hambre, en las epidemias, en la destrucción del
medio ambiente. El ser humano debe dar un salto cuántico hacia un nuevo sistema
basado en la cooperación.
Si hay cooperación hay
prosperidad general, eso debilita el poder de unos cuantos egoístas, y es
lógico, por eso ellos tratan de mantener la farsa. Sin embargo, esa farsa puede
llevar al aniquilamiento de la especie humana. Al aniquilamiento de ellos
mismos, y eso lo debemos resaltar y denunciar. No podemos dejar que un grupito
de ignorantes egoístas acaben con toda la raza humana por codicia y avaricia.
La inteligencia humana debe prevalecer, y así como se abolió la esclavitud, es
nuestro deber abolir la pobreza. Es un salto fundamental en la evolución
humana, pero es necesario para sobrevivir como especie.
En la cooperación se
exalta a quienes comparten, no a quienes compiten. En la cooperación se educa
para la fraternidad, no para la dominación. En la cooperación se exaltan
valores como la justicia, la humanidad, la filantropía; por encima de la
ganancia, los beneficios individuales, y el monopolio.
En síntesis, la
cooperación es el sistema que salvará a la humanidad. La pobreza es inmoral
porque lleva al Mal. Nadie puede asegurar que el hambre, la inseguridad, la
miseria, sean buenos. Sin embargo, hemos sustentado nuestra forma de
convivencia humana en un fenómeno anti-natural. Es necesario que tengamos el
mismo valor que tuvieron los abolicionistas para acabar con la esclavitud. Tenemos
que contar con el valor para acabar con la “esclavitud moderna” que es la
pobreza, para generar riqueza y supervivencia para todos, no para unos cuantos.
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